¿Hacia dónde nos dirigimos?
En todo ambiente laboral siempre se habla de líderes, liderar, liderazgo… Se impone el arriesgar y ser agresivo, el llevar el mando, el tomar las decisiones de forma unánime, el “ir a por todas” cueste lo que cueste y del modo que sea. Por otro lado, se exigen resultados a corto plazo, resumido en balances y cuentas de pérdidas y ganancias.
Sin embargo, varios estudios destacan 3 puntos principales según el momento de transición, como: la personalidad del líder, la relación de éste con sus seguidores y, sorprendentemente, la espiritualidad. El cuidar del entorno y del equipo, estar pendiente de sus necesidades, su bienestar, su salud física, mental y emocional, asegurarse de que todo gire como una rueda bien engranada, siendo ejemplo e influyendo positivamente en las prácticas y conductas de los demás, la mayoría de las veces tiene un impacto tanto extraordinario como duradero.
De hecho, llega una nueva tendencia al mundo corporativo: el liderazgo espiritual. Este engloba todas las demás maneras de liderar —el liderazgo efectivo y exitoso, carismático e influyente, inspirador y empático, transformacional y ético—. Conciencia y conexión, términos que deberían considerarse la base de las demás habilidades directivas.
Lo innovador es que el liderazgo se ejerce con un propósito más trascendental para integrar un significado de vida, entendiendo como espiritualidad la búsqueda de sentido: el incorporar una misión más allá de nosotros mismos o de la empresa como tal; el discernimiento, aplicando valores y principios a la hora de la toma de decisiones con coherencia e integridad; y la sabiduría, fundamental para visualizar la dirección a seguir, hallar respuestas a los retos planteados por el entorno y transformar la cultura organizativa.
¿Cómo incorporar todo ello para liderar un equipo? ¿Cuáles son los fundamentos de un buen liderazgo?
- Establecer la hoja de ruta (misión, visión, estrategia, objetivos y plan de acción) → enfoque/ coherencia/ propósito
- Ser ejemplo y mostrar valores, transmitir entusiasmo y empoderar → inspiración/ integridad/ autenticidad
- Fomentar el desarrollo, potenciar el talento y el bienestar → responsabilidad/ aprendizaje/ autoconocimiento
- Saber escuchar, mostrar empatía y la propia vulnerabilidad → confianza/ transparencia/ sinceridad
- Ir más allá de la organización y aportar a la sociedad → sentido/ entrega/ contribución
Cosas que de lejos se pueden ver como básicas, pero que no siempre se dan y realmente hay que trabajar. Porque cuando se cultivan y se les presta atención, se obtienen unos resultados sorprendentes. Y, sobre todo, generan ambientes en los que la confianza, la empatía y el “crear en común” suman para que todo el equipo se sienta valorado y motivado a seguir ese camino.
Dentro de las organizaciones debe existir esa proactividad que gestione sesiones para directivos y jefes de departamento. Especialmente ahora en la llamada “era post-covid”, que nos ha vuelto a todos más ‘unipersonales’ e individualistas. Aquí el reto estará en conseguir alcanzar un equilibrio entre las exigencias de la globalidad y la preservación de la humanidad, logrando un «Éxito con Sentido«.
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